jueves, 27 de mayo de 2010

Mi diosa soñada, la de la sonrisa perfecta

Una tarde gris de mayo mis ojos el brillo más hermoso e intenso divisaron.
¿Será acaso el sol que por fin nos deleita con su incesante brillo y calidez? Pensé con sensatez
Sólo un instante me tomó el comprender el tamaño de mi error y estupidez.
Mi impresión fue aun mayor al divisar tu belleza, pues te encaminabas a mi cual diosa oh, princesa.
Tu bello rostro un mundo nuevo de maravillas me mostró, pero fue sin duda tu sonrisa la que me cautivó.
Oh, hermosa diosa, que designio tienes para mi planeado, pues indiscutiblemente tu sola presencia a mi alma a aprisionado, me has convertido en tu más ferviente adorador y tu sonrisa embriagante me inunda del más intenso fervor.
Las horas transcurren lentas cuando no estoy ante tu presencia y en esos lapsos de agonizante angustia sólo una débil esperanza a mi corazón alienta, la promesa que sólo tu sonrisa me brinda, la ilusión inquebrantable que me alienta a seguir resistiendo esta desdicha de no verte, la certidumbre que le da un sentido a mi existir, la seguridad de verte de nuevo el día que está por venir.
Oh, diosa mía, la de la sonrisa perfecta, mi dueña soñada, como ansío verte de nuevo en nuestra próxima jornada.

Andrés Jiménez Sáenz