domingo, 15 de agosto de 2010

El Campo

Una hermosa mañana de primavera me encontraba tendido en el campo, la suave brisa de fragancias aromáticas y cautivadoras esencias se unían lentamente de manera sobrecogedora al calmoso ritmo de mis respiraciones.
Al igual que dos amantes rebosantes de un placer y ternura infinitos lentamente se iban fusionando en un solo ser, llenando mi cuerpo de una paz perenne, paz jamás percibida por mí ser.
Transportado al más lejano y elevado estado del Nirvana sentía como mi alma se desbordaba por toda la sabana, cual águila desplegando sus hermosas alas, surcando los cielos en una bandada, mis latidos incrementaban tal cual poderosa marejada.
El cielo y yo fusionados en uno sólo, un solo ser, un solo espíritu, una encrucijada de sentimientos y sensaciones que eran capaces de despertar todo tipo de pasiones.
Oh hermosa y fascinante es la naturaleza, estar en contacto contigo yo siempre quisiera, en ti encuentro alivio, en ti encuentro consuelo, mi rincón personal donde libero mi mente y olvido todo tipo de problema existente.
Quisiera no tener que dejarte nunca y estar siempre rodeado de ti, a la misma rutina no quisiera tener que partir.
Aconséjame, oh amada amiga, cómo hago para vivir el día a día, dime tú cuál es el secreto para poder seguir con vida, pues en estos momentos la mía está vacía.
Tan sólo un susurro, una envolvente y sobrecogedora brisa, sólo eso te pido para que a mi rostro vuelva la sonrisa.
Espero, oh amiga, no faltes a nuestra próxima cita y me des el secreto que mi alma te solicita, hasta el día que regrese de nuevo sobre tus campos el tiempo para mi será eterno y los días tantos.

Andrés Jiménez Sáenz

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